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Ciencia,
Tecnología y Sociedad |
El
nuevo paradigma de la educación y el papel de las industrias
culturales |
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N°
28, Año XV, mayo 2004 |
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Claudio
Rama |
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La diferencia más notoria entre ambas modalidades educativas está
dada en que no existe en la educación presencial ninguna posibilidad
de acceder al conocimiento sin la presencia del educador, y las tecnologías
de comunicación de éste se reducen exclusivamente a las que
posee el cuerpo humano, que es el instrumento de transmisión.
La educación artesanal tiene instrumentos de apoyo, y por lo tanto
variará y se diferenciará en función de las diversas
herramientas que utilice el docente. Bajo este enfoque, la industria cultural
se articulará como sector de apoyo a la educación, en tanto
posibilita envasar el conocimiento en un bien físico separado del cuerpo
humano y, de tal forma, permitir su transmisión espaciada en el tiempo
o en el lugar. En este sentido, los bienes culturales, por ejemplo el libro,
cumplen al menos dos de las funciones de la educación, como son el
envase de información y la comunicación de dicha información.
Sin embargo, las herramientas de apoyo educativo no tienen capacidad de procesar
la información, y también carecen de uno de los mecanismos fundamentales
de la educación como es la interacción. La educación,
para ser tal y no mera comunicación, requiere la retroalimentación
y la interactividad, la capacidad de generar preguntas y producir respuestas
ajustadas, la medición del nivel de comprensión y la precisión,
por ende, de la comunicación, la profundización sectorial de
la información y su graduación al nivel de comprensión.
Esta característica de la educación, su interactividad, no la
permiten las industrias culturales tradicionales. Ha sido por ello que los
medios de comunicación, bien sea la prensa, los libros y sobre todo
la radio y la televisión, no han transformado sustancialmente la estructura
tecnológica misma de la educación, sino que han interactuado
como simples medios de apoyo de la educación, y en general, fuera
del aula. Dentro de la clase reinaba el maestro. El carácter unívoco
de los medios de comunicación, tanto físicos como herzianos,
determina que sean instrumentos de información y comunicación,
ya que al carecer de la respuesta inmediata -y por ende de la interactividad-
no han logrado conformarse como estructuras que puedan suplantar el rol del
profesor. Aunque lo medios han ido mejorando sustancialmente su calidad, y
al mismo tiempo han ido incorporando procedimientos y modalidades cada vez
más eficaces en términos pedagógicos, ha sido esa ausencia
de interactividad entre el emisor y el receptor lo que ha restringido
la calidad de esos instrumentos de educación no presencial. Tal vez
es sólo en los altos niveles educativos, como en un doctorado, basados
en la investigación como centro del proceso de aprendizaje, donde el
profesor pasa a la categoría de tutor, de asistente en el proceso de
búsqueda, procesamiento, análisis y conceptualización
de la educación, y donde la industria editorial asume una centralidad
superior.
En general, en el modelo presencial-artesanal, la calidad de la educación
en el aula está asociada, por una parte, a la cercanía del profesor
al alumno, y por la otra, a las bibliotecas universitarias y el acceso a las
industrias culturales de apoyo.
Ese esquema educativo conformó las llamadas “fábricas educativas”,
ámbitos en los cuales se realizaba la transmisión seriada y
organizada del conocimiento. Con el tiempo, estas “fabricas educativas”, basadas
en una educación artesanal - presencial, se han ido diferenciando fuertemente
del resto de los sectores productores de bienes y de servicios que por su
tecnología se han ido automatizando. Tal separación generó
una fuerte diferenciación.
El paradigma educativo tradicional se ha basado en una estructura tecnológica por la cual la calidad de la educación es directamente proporcional a su costo, e inversamente proporcional a su matrícula. Podríamos decir que la educación presencial se basa en la siguiente ecuación:
Costos
Calidad : ————— X Coeficiente de Stock cultural
Matrícula
Por su parte,
la educación presencial – artesanal, además de ser una función
de costos y cantidad de alumnos, incluirá la incidencia de los bienes
y servicios culturales, en un esquema que tendría la siguiente ecuación:
Costos
+ incidencia de industrias
culturales de apoyo
Calidad:—————————————X Coef. Stock cultural
Matrícula
Bajo
este paradigma, el mecanismo para aumentar la calidad era aumentar los costos
agregando nuevas aulas y nuevos profesores, o reducir la cantidad de alumnos.
Inversamente, el mecanismo para bajar la calidad era aumentar la cantidad
de alumnos o reducir los costos. Por su parte, en el modelo presencial-artesanal,
el modelo incluye la infraestructura cultural, el stock de capital cultural
de los estudiantes.
Este
esquema ha sido analizado por John Daniel Daniel
[2]
como el triángulo de costos, calidad
y cantidad de alumnos cubiertos, el cual constituye el paradigma de la educación
tradicional y también su ciclo vicioso. La educación a distancia
buscó escapar de este círculo vicioso al propender a la creación
de un nuevo paradigma, pero, tal como afirmamos, la ausencia de interactividad
inmediata y la incapacidad de segmentar el servicio restringió fuertemente
tanto su calidad como su desarrollo. A ello cabe agregar los altos costos
de los equipamientos de emisión, los propios costos de producción
y la limitación de las señales al ser el espacio herziano finito,
todo lo cual restringió la inserción de estas industrias culturales
en el proceso
educativo.
La
masificación de la educación en el siglo XX se realizó
gracias al desarrollo de las industrias culturales y especialmente de la industria
editorial. Sin la apoyatura del libro como complemento del proceso de aprendizaje,
hubiera sido imposible la masificación de la educación sin afectar
la calidad o los costos en dimensiones que la hubieran tornado inútil.
La educación en el siglo XX se benefició de la masificación
de una industria -la editorial- generada en siglos anteriores pero que pudo
expandirse sólo gracias a las nuevas tecnologías de producción
en serie y luego de segmentación. La industria editorial fue la primera
que se empezó a segmentar en una marcada tendencia al incremento en
la cantidad de títulos y a una reducción permanente de la cantidad
de ejemplares por títulos, proceso que a su vez estuvo acompañado
por tecnologías que permiten una producción a escala cada vez
menor y, por ende, a una segmentación
cada vez más especifica.
A
diferencia, las industrias culturales herzianas, tanto por su carácter
masivo como por sus propios costos, no se constituyeron como un sector de
apoyo de la educación. El hecho de que los medios de comunicación
se hayan financiado no en forma directa a través de un servicio de
abono, sino a través de la publicidad, determinó también
que estos medios de comunicación no se orientaran hacia el mundo educativo,
ya que las audiencias eran simplemente públicos cautivos para la venta
de publicidad, que acompañaba
a los otros productos típicamente culturales para lograr una mejor
eficacia del objetivo publicitario de un contrato comercial.
El acercamiento de “la industria cultural” con “la fábrica educativa”
fue el mecanismo que permitió masificar le educación superior,
pero dado que este proceso, a su vez, se dio bajo el funcionamiento del mismo
paradigma tecnológico educativo, tal masificación terminó
afectando los niveles de la calidad de la educación impartida.
La expansión
de la educación superior en América Latina y el Caribe
El
siglo XX significó el pasaje de la educación superior de élites
a la educación de masas, hecho que se produjo en todo el mundo. En
la década del 50 en los Estados Unidos, en la del 60 en Europa y en
los ochenta en América Latina.
En nuestra región, la expansión de la matrícula se produjo
al calor del gasto público, de la demanda de amplios sectores sociales
y de un modelo de desarrollo nacional que se retroalimentaba con el gasto
público en educación. Sin embargo, tal expansión encontró
límites financieros bajo el esquema de ser un monopolio público
en su primer momento, y en las estructuras del ingreso posteriormente, con
el desarrollo de la educación superior privada.
La región pasó de un sistema de educación de élites
a inicios del siglo XX a un sistema que incluyó a amplios sectores,
tanto de las capas medias como de los sectores obreros y populares, en el
marco de los modelos de crecimiento hacia adentro, de industrialización,
urbanización, consolidación de los estados modernos y democratización
en el ejercicio de la representación social.
Este
modelo que en su inicio era monopólico, autónomo, y de financiamiento
público, permitió una ampliación relativa de la matrícula.
Sin embargo, su ampliación, en el marco de un mismo paradigma tecnológico,
determinó que el crecimiento del acceso produjera caída en los
niveles de calidad impartidos. El mercado fue, entonces, produciendo un sistema
dual con el desarrollo de la educación privada, con o sin fines de
lucro, situación ésta que ha conducido a un replanteo del rol
del estado educador, el cual, aun cuando no abandonó su rol activo,
agrega un nuevo papel como agente regulador de la educación, en un
proceso complejo de ser juez y parte.
Sin
embargo, el modelo dual no resolvió el problema de la demanda de masificación
de la matrícula y por todas partes se establecieron procedimientos
de restricción en los niveles de accesos a partir de condiciones de
calidad, ingreso económico o capital cultural acumulado.
En
las décadas del 80 y del 90, la región tuvo una fuerte diferenciación
vertical derivada de la variedad de nuevas instituciones (tecnológicas,
universidades, institutos universitarios, politécnicos), y también
una diferenciación horizontal dada por las macrouniversidades, las
nuevas instituciones privadas y públicas. Sin embargo, la nueva realidad
se
produjo a partir del ingreso de nuevos agentes locales en el marco de un mismo
paradigma tecnológico educativo. Se competía por iguales alumnos,
mismos profesores, similares carreras y parecidos espacios físicos.
Este proceso, que casi ha concluido, está siendo confrontado por un
nuevo escenario marcado por la globalización educativa y el ingreso
de nuevos actores como las universidades internacionales, las universidades
franquiciadas, los consorcios universitarios regionales, las megauniversidades
o las universidades virtuales especializadas. Es el resultado de la apertura
externa de nuestras economías, de la transformación de la educación
superior en un área de inversión con importantes tasas de rentabilidad,
pero sobre todo, del nacimiento de un nuevo paradigma educativo cuya característica
central es el ser una educación no nacional basada en un acceso en
red.
El nuevo paradigma
educativo
Las
nuevas tecnologías de digitalización y compresión digital
están permitiendo la gestación del nuevo paradigma educativo
que se caracteriza por su funcionamiento basado en una tecnología digital
no presencial, de educación en red, y en el cual se producirá
la transformación del rol de las universidades que pasarán a
ser intermediarias en el conocimiento y la búsqueda de información.
Internet implica un cambio en los modelos de transmisión de conocimiento
e información, en la existencia de sistemas descentralizados de educación
horizontal, con una fuerte tendencia a la segmentación a la masificación
y por ende con una caída de sus costos unitarios.
Con
las industrias culturales digitales ha nacido la posibilidad de encapsular
el conocimiento en soportes o plataformas distintas a los propios profesores.
Hoy, las personas no son ya el único mecanismo de archivo de información
y de su transmisión. En la lógica digital se separa definitivamente
el envase del instrumento de comunicación. La democracia educativa
sólo será posible en un escenario digital. Se archiva en un
sistema binario la información y luego ésta se distribuye a
través de cualquier plataforma como servicio o como bien, aunque crecientemente
será, en la sociedad del acceso, a través de las redes.
Tal separación entre el conocimiento y el envase, y entre éste y su comunicación, ya aconteció en el sector escrito desde el papiro y fue creciendo desde Gutemberg, para superarse con las offset, se ha desarrollado con los discos, con las películas, y pasa hoy con la información que inventa un nuevo lenguaje digital para almacenar todo elemento con contenido simbólico. Será esta tecnología la que permitirá la conformación de un nuevo paradigma educativo al incorporar la virtualidad, al permitir anular la presencialidad, al cambiar el rol del profesor al del tutor, y que al basarse en un sistema de acceso, va a permitir una masividad en los accesos, con mayor calidad y menores costos unitarios por estudiante. La transformación de las industrias culturales sentó en este sentido las bases, no ya sólo de la sociedad de la información, sino de la transformación de la “fábrica educativa” a la educación descentralizada de la sociedad de acceso.
Este
nuevo paradigma que implica el pasaje de una educación presencial-artesanal
a una educación virtual, mediante el pasaje del aula a la red, incorpora
un conjunto de cambios radicales en la educación, uno de los cuales
será su carácter global y no nacional.
La
educación presencial determinaba que la educación fuera una
de las últimas “fábricas nacionales”. Así, antes de la
digitalización no existían tecnologías supranacionales
de enseñanza. Las propias ondas herzianas han sido de base nacional
por la vía de los acuerdos internacionales por los cuales se repartían
las frecuencias estableciendo restricciones de potencias y alturas de torres.
Un
escenario distinto y nuevo permiten las nuevas tecnologías digitales,
al viabilizar que la educación sea uno de los nuevos sectores dinámicos
a escala global en el marco del nuevo modelo de desarrollo que se está
conformando, dado que la digitalización abre el camino de la interactividad
y la globalización a través de la compresión digital.
Aún estamos en la fase de transición entre dos etapas, dos ondas
largas, dos olas, una sociedad industrial y una sociedad de la información.
Es una etapa en que los nuevos desafíos se presentan como oportunidades
y no como amenazas, pero más temprano que tarde desembarcarán
en las playas del continente una nueva oleada de instituciones educativas
que competirán en nuestro mercado por nuestros
alumnos y con sus propios títulos.
Bajo
el paradigma educativo presencial-artesanal, el profesor incorporó
una nueva actividad: la de creador de los libros y otras herramientas educativas.
Con la masificación educativa, la utilización de herramientas
se hizo cada vez mayor, acompañado esto por un proceso de diversidad
de profesiones, que contribuyó decididamente a la expansión
de las industrias culturales. Sin embargo, tales bienes culturales industriales
no podían superar a los maestros, sino que actuaban como centros de
apoyo a la “fábrica educativa” que continuaba siendo el centro de la
actividad educativa. Sin embargo, con los bienes culturales digitales se inicia
el camino de la interacción educativa, y se abre la posibilidad de
que las industrias culturales sustituyan a las fábricas educativas
como instrumento fundamental de la educación. La masificación
educativa se pudo realizar gracias a las industrias culturales, pero éstas
tuvieron límites para la educación universal, la cual sólo
se podrá realizar con el desarrollo del nuevo paradigma educativo de
los bienes culturales interactivos a través de la red.
[1]
Citado
en Alvin Tofler: Los consumidores de cultura. Grijalbo, México, 1968.
[2]
Daniel, John: MegaUniversities and Knowledge Media: Technology
Strategies for
Higher Education. Kogan Press, London, 1998